Abstract
Un observador dificilmente habría podido ver en Michoacán del año 1928 un estado que había experimentado una revolución. La reforma ejidal agonizaba, la legislación agraria local era impresionante pero absolutamente inaplicada, y la legislación laboral progresiva pero anacrónica en relación a las condiciones de trabajo reales en Michoacán y sin ninguna ventaja para los obreros organizados. La organización política de los elementos populares de la sociedad, que había demostrado buenos comienzos al principio de la década del '20, se hallaba reducida a un estado lamentable de desorden e insignificancia, semejante a la situación de la Confederación Regional Obrera de México (CROM), sin incidencia alguna en el campo michoacano y muy limitada también en la ciudad local. La población rural - y ésta componía la inmensa mayoría de la población en Michoacán de los años '20, tratándose de un típico estado agrícola - era casi totalmente analfabeta y estaba profundamente inmersa en antiguas concepciones sociales, ligada a la iglesia e impedida, por lo tanto, de reclamar para sí una transformación en las formas de vida. Por último, la democracia política, establecida en Michoacán desde el fin del régimen militar en agosto de 1917, era muy frágil y desarraigada en la sociedad feudal, de múltiples contradicciones, de este estado.Downloads
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