Abstract
Por cortesía de la autocracia de Augusto B. Leguía, hacia 1920, tres jóvenes periodistas peruanos vagaban por Europa. Nacidos en la última década del XIX representaban a esa emergente mesocracia que, pluma en mano, impugnaba desde la prensa limeña a la "república aristocrática" criolla. Pagaron su audacia con un destierro dorado que incluía un estipendio gubernamental. José Carlos Mariátegui era uno de ellos: en el viejo mundo habría de descubrirse a si mismo y a su país -diría más tarde-- antes de volver para convertirse en uno de sus más célebres intelectuales.Downloads
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