Abstract
El paradigma dominante para explicar el sistema político mexicano ha partido de la percepción de la omnipotencia presidencial. La señal aparente más importante es la capacidad de nombrar al sucesor, lo cual, aun cuando hay diferentes interpretaciones-- la más lúcida parece ser la de José López Portillo, cuando sostuvo que el presidente es el fiel de la balanza-- reafirma que frente a la serie de factores que intervienen en la sucesión del poder presidencial, el jefe del poder ejecutivo tiene preponderancia, ya que él es quién a final de cuentas tiene la última palabra, es el gran decisor.Copyright © 2012-2013 Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe.
ISSN 0792-7061
Editores: Ori Preuss; Nahuel Ribke
Instituto Sverdlin de Historia y Cultura de América Latina, Escuela de Historia
Universidad de Tel Aviv, Ramat Aviv,
P.O.B. 39040 (69978), Israel.
Correo electrónico: eial@tauex.tau.ac.il
Fax: 972-3-6406931
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