Resumen
En Guatemala y Ecuador, dos países con poblaciones indígenas numerosas, tanto los profesionales de salud pública como los funcionarios del gobierno consideraron que la alta incidencia de enfermedades infecciosas entre la población indígena provenía más de su cultura y sus costumbres que de factores estructurales como la pobreza aguda durante la primera mitad del siglo XX. El papel de la raza fue tan importante como el de la ciencia médica en formar cómo los funcionarios entendieron y trataron las enfermedades infecciosas y contagiosas y a los indígenas enfermos éstas. Para menospreciar a la población indígena y deslegitimar sus demandas de ciudadanía, los oficiales de salud pública en ambos países desplegaron el esencialismo cultural y el determinismo higiénico. Esta última expresión alude a sus esfuerzos para retratar poblaciones marginadas, especialmente sus prácticas y hábitos, como fuentes y diseminadoras de enfermedades que ponían en peligro la salud pública y diezmaban a estas mismas poblaciones marginadas.

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