Resumen
La creación de la Liga Antiimperialista de Américas (LADLA) en la ciudad de México, entre fines de 1924 y principios de 1925, expresó uno de los intentos más ambiciosos del comunismo internacional por impulsar la revolución hacia el Nuevo Continente, una vez que sus efectos se vieron agotados en Europa y que China, máxima expresión del Oriente, bullía con un renovado fervor nacionalista y anticolonial. En efecto, y salvo algunas experiencias efímeras y frustradas como el Buró Latinoamericano y su sucesor, el Buró Panamericano, o iniciativas más duraderas aunque de menor impacto regional, como el Buró Sudamericano de Propaganda Comunista, nunca hasta ese momento la Comintern había podido dar vida a una entidad de neto alcance continental como efectivamente lo fue la LADLA, que llegó a tener una existencia real y simultánea en una quincena de países americanos, incluyendo, claro está, a los Estados Unidos. Por otra parte, las repercusiones internacionales y los efectos todavía muy presentes de amplios procesos sociales como la Revolución Mexicana y la Reforma Universitaria, a los que luego se agregarían las luchas de liberación nacional y contra varios gobiernos dictatoriales en varios países caribeños y centroamericanos, ofrecían un marco sugerente para un movimiento comunista que, sobre todo orientado por la coyuntura política, comenzaba a expandirse por todo el globo. Aún teniendo en cuenta el desconocimiento y hasta el desinterés que todavía prevalecía sobre la región entre los máximos dirigentes bolcheviques, resultaba claro que estas condiciones sociales y políticas podían resultar propicias para un proyecto de esta naturaleza, planeado de acuerdo a los imperativos frentistas de la Comintern, la que por aquel entonces atribuía una particular capacidad de lucha a las clases medias nacionalistas siempre que éstas plegaran sus reclamos a los de los obreros y campesinos.Descargas
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