Resumen
La radicalización de la Revolución Libertadora en noviembre de 1955 dio por tierra con las expectativas generadas en sectores del peronismo de jugar un papel propio en un nuevo orden institucional, a la vez que introdujo en el conjunto de las fuerzas el obligado tema de los ausentes. Con la disolución por decreto del Partido Peronista, las expectativas de potenciales herederos parecían naufragar definitivamente, al tiempo que, fuera del peronismo, comenzaban a cobrar fuerza las de los eventuales beneficiarios de la orfandad de las bases. Mucho antes de que el fracaso de la "desperonización" llevara a pensar que dicha política coartaba las posibilidades de que se opacase el liderazgo carismático en el seno del movimiento proscripto, pues, surgió una verdadera oposición cuyo discurso contrastaba con la fe de quienes asumían en nombre de la "línea Mayo-Caseros" el mandato de "suprimir todo vestigio de totalitarismo". Esto dio lugar a un juego de interpelaciones que, movilizado esencialmente por la presunción de la existencia de una masa en "disponibilidad" y limitado por la censura gubernamental, planteó un reposicionamiento de los actores y contribuyó con ello a dar el tono de polémicas venideras.
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