Abstract
Tras 250 años de lenta acumulación capitalista, Cuba comenzó su gran despegue productivo en el último tercio del Siglo de las Luces. El ambicioso programa de reformas promovido por los ministros de Carlos III para el imperio de Ultramar había sido acogido con beneplácito entre las elites ilustradas locales, que venían proponiendo sus propias utopías desarrollistas con mucha anterioridad. Cuando las revoluciones norteamericana y haitiana cambiaron el panorama del comercio azucarero mundial, Cuba estaba lista para suplir la caída de la oferta y llenar el aumento de la demanda. Las circunstancias eran óptimas. Tanto desde el punto de vista intelectual como político-económico, los criollos contaban con recursos suficientes para transformar su propio destino. En poco más de treinta años, de 1790 a 1820, se estructura un nuevo orden productivo e institucional. El camino de Cuba se separa definitivamente del que seguirán las futuras repúblicas latinoamericanas. Una versión singular del proyecto ilustrado comienza a tomar forma en esta isla donde se produce azúcar para el gran mercado capitalista mundial empleando esclavos africanos, tecnología europea y estrategias de administración simbólica totalmente inéditas.Copyright © 2012-2013 Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe.
ISSN 0792-7061
Editores: Ori Preuss; Nahuel Ribke
Instituto Sverdlin de Historia y Cultura de América Latina, Escuela de Historia
Universidad de Tel Aviv, Ramat Aviv,
P.O.B. 39040 (69978), Israel.
Correo electrónico: eial@tauex.tau.ac.il
Fax: 972-3-6406931
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